Estados Unidos se enfrenta a un alarmante resurgimiento de enfermedades infecciosas que se creían controladas, como el sarampión y la tuberculosis. Este fenómeno se debe, en gran parte, a la disminución de las tasas de vacunación y a la desinformación que rodea a las vacunas. A medida que estas enfermedades vuelven a aparecer, se plantea un serio desafío para la salud pública en el país.
El sarampión, conocido por su alta contagiosidad, ha visto un aumento significativo en su incidencia. En 2025, se han reportado más de 607 casos en 22 estados, siendo Texas el epicentro de este brote. Este aumento es preocupante, ya que se considera que el país había alcanzado la eliminación del sarampión en el año 2000. La propagación del virus se ha visto facilitada por la caída de las tasas de vacunación en comunidades donde el movimiento antivacunas ha ganado fuerza. En algunas áreas rurales de Texas, la cobertura de la vacuna MMR (sarampión, paperas y rubéola) ha caído por debajo del 70%, lo que deja a miles de niños y adultos vulnerables a la enfermedad.
El sarampión no solo es altamente contagioso, sino que también puede causar complicaciones graves, como neumonía y encefalitis. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), aproximadamente el 25% de los casos requieren hospitalización. La situación se ha vuelto aún más crítica con la reciente muerte de un menor no vacunado en Texas, lo que subraya la urgencia de abordar la crisis de vacunación.
Por otro lado, la tuberculosis, que históricamente se ha considerado un problema de salud en países en desarrollo, también está resurgiendo en Estados Unidos. En 2024, se registraron más de 10,300 casos de tuberculosis activa, marcando un aumento del 8% respecto al año anterior y el nivel más alto desde 2011. Este incremento incluye brotes significativos, como el de Kansas City, que ha sido uno de los más grandes en la historia reciente del país.
La tuberculosis se transmite a través de partículas bacterianas que se exhalan en espacios cerrados, lo que la hace especialmente peligrosa en comunidades con condiciones de hacinamiento. A diferencia del sarampión, Estados Unidos no utiliza ampliamente la vacuna BCG para prevenir la tuberculosis, sino que se basa en estrategias de detección y tratamiento. Sin embargo, el aumento de casos de tuberculosis multidrogorresistente (TB-MDR) es una señal de advertencia que requiere atención inmediata.
La situación se complica aún más por el liderazgo de figuras políticas que se oponen abiertamente a la vacunación. Robert F. Kennedy Jr., actual secretario del Departamento de Salud de EE. UU., ha promovido una agenda antivacunas que socava la confianza pública en las vacunas y debilita las campañas de salud necesarias para contener brotes de enfermedades contagiosas. Esta falta de apoyo a la inmunización colectiva pone en riesgo no solo la salud de la población, sino también la economía y la reputación de Estados Unidos como líder en salud pública a nivel global.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha emitido advertencias sobre el resurgimiento de enfermedades evitables en regiones con tasas de vacunación insuficientes. Estados Unidos, que alguna vez fue un modelo de éxito en la erradicación de enfermedades infecciosas, ahora se encuentra en una posición comprometida, especialmente tras su retirada de la OMS. La erosión de las políticas de vacunación podría afectar su credibilidad en iniciativas globales de salud.
Aunque el riesgo general para la población estadounidense sigue siendo bajo, es fundamental que se fortalezcan las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento para controlar la propagación de estas enfermedades. La comunidad científica subraya la importancia de revertir la tendencia hacia la disminución de las tasas de vacunación, ya que de no hacerlo, el país podría enfrentar un aumento sostenido de enfermedades evitables que amenacen la vida de sus habitantes y su bienestar colectivo.