La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad que afecta a aproximadamente una de cada cuatro personas. Este fenómeno se caracteriza por una mayor intensidad emocional y sensorial, lo que puede llevar a quienes lo experimentan a sentirse abrumados en situaciones cotidianas. Anna Romeu, psicóloga con más de dos décadas de experiencia, ha dedicado su carrera a ayudar a personas altamente sensibles (PAS) a entender y gestionar su condición. Su libro, ‘Soy sensible’, se presenta como una guía práctica para aquellos que se sienten desbordados por su sensibilidad.
La alta sensibilidad se manifiesta de diversas maneras. Las personas que la poseen suelen ser más empáticas, lo que les permite conectar profundamente con las emociones de los demás. Sin embargo, esta capacidad también puede ser un arma de doble filo, ya que a menudo se sienten responsables del bienestar de quienes les rodean, lo que puede llevar a la autoexigencia y la culpa. Anna Romeu explica que muchas de las personas que acuden a su consulta presentan síntomas de estrés y ansiedad, derivados de la saturación emocional.
Uno de los aspectos más importantes que Romeu destaca es la necesidad de normalizar la alta sensibilidad. A menudo, las personas PAS son etiquetadas como «débiles» o «lloronas», lo que puede afectar su autoestima y su percepción de sí mismas. Sin embargo, Romeu argumenta que mostrar sensibilidad puede ser una fortaleza, ya que permite a las personas ser más conscientes de sus emociones y de las de los demás.
La psicóloga también aborda la relación entre la alta sensibilidad y la autoimagen. Las personas que han crecido en entornos que no respetan su forma de ser pueden desarrollar una baja autoestima. En cambio, aquellos que han sido apoyados en su sensibilidad tienden a ser más resilientes y seguros de sí mismos. Esto subraya la importancia de un acompañamiento adecuado durante la infancia y la adolescencia.
En su práctica, Romeu ha observado que las PAS suelen tener una tendencia al perfeccionismo. Esta característica puede ser tanto un recurso como un obstáculo. Por un lado, la atención al detalle y la búsqueda de la mejora continua pueden ser beneficiosas; por otro, pueden llevar a la saturación y a la insatisfacción constante. La clave, según Romeu, es aprender a tolerar la imperfección y a establecer límites saludables.
Una de las herramientas más efectivas que Romeu recomienda para las personas altamente sensibles es el mindfulness. Esta práctica de atención plena ayuda a las PAS a gestionar sus pensamientos y emociones, permitiéndoles encontrar un espacio de calma en medio del caos. Además, la psicoeducación juega un papel crucial en el proceso de autoconocimiento. Comprender que su sensibilidad es un rasgo de personalidad y no un defecto puede ser liberador para muchas personas.
Las relaciones interpersonales son otro aspecto que merece atención. Las PAS suelen tener una alta capacidad de empatía, lo que puede llevarlas a caer en la complacencia y a evitar conflictos. Esto puede resultar en una frustración constante, ya que a menudo priorizan las necesidades de los demás sobre las propias. Romeu enfatiza la importancia de aprender a poner límites y a cuidar de uno mismo, para poder mantener relaciones saludables y equilibradas.
En cuanto a la educación de niños altamente sensibles, Romeu destaca la necesidad de un enfoque respetuoso y comprensivo. Los niños PAS son curiosos y observadores, pero pueden ser malinterpretados como problemáticos si no se les brinda el apoyo adecuado. Es fundamental que tanto padres como educadores reconozcan y respeten este rasgo para ayudar a los niños a crecer en un entorno que les permita florecer.
Finalmente, Romeu concluye que la alta sensibilidad no debe ser vista únicamente como una fuente de sufrimiento, sino como un don que puede enriquecer la vida de quienes lo experimentan. A medida que la sociedad comienza a reconocer y valorar este rasgo, se abre la puerta a una mayor comprensión y aceptación de las personas altamente sensibles. La alta sensibilidad, cuando se comprende y se respeta, puede ser una fuente de fortaleza y conexión profunda con el mundo que nos rodea.