Las elecciones autonómicas en Andalucía se acercan y, con ellas, resurgen las tensiones en el seno de la izquierda alternativa. En este contexto, la relación entre Podemos e Izquierda Unida (IU) se ha convertido en un tema de preocupación no solo para los partidos involucrados, sino también para el Gobierno central. La negativa de Podemos a participar en un proceso de negociación con IU y Sumar ha sido interpretada como una respuesta lógica a la actitud de estos últimos, quienes han sido percibidos como complacientes con el PSOE. Esta situación ha generado un ambiente de inquietud en La Moncloa, que observa cómo la fragmentación de la izquierda podría tener repercusiones en las elecciones generales de 2027.
La distancia entre Podemos e IU no es simplemente una cuestión táctica o personal; refleja una disonancia más profunda en las aspiraciones políticas de ambos partidos. Sumar, liderada por Yolanda Díaz, ha adoptado un enfoque conciliador y de amplia base desde su creación. Sin embargo, esta estrategia ha sido criticada por algunos sectores del electorado progresista, que consideran que la moderación de Sumar ha cruzado la línea hacia la sumisión. La percepción de que Sumar se ha convertido en un socio menor del PSOE, sin marcar distancias claras en momentos de contradicciones, ha llevado a Podemos a cuestionar la viabilidad de una alianza con ellos.
**La Dificultad de la Confluencia**
La intención de Sumar de construir una confluencia con IU en Andalucía ha sido vista por Podemos como un intento de mantener equilibrios de poder más que como una propuesta de renovación real. Desde esta perspectiva, la negativa de Podemos a unirse a esta alianza se fundamenta en la percepción de que carece de contenido y que solo busca reproducir esquemas de reparto de listas sin una transformación política significativa. Esta situación ha llevado a Podemos a adoptar una postura de aislamiento, que algunos sectores consideran necesaria para mantener la coherencia política.
La situación de IU dentro del Gobierno ha añadido otra capa de complejidad a las negociaciones. A pesar de que IU ha sido parte del Ejecutivo, su compromiso con La Moncloa ha sido criticado incluso por miembros de su propio espacio político. Podemos ha aprovechado esta incoherencia para reforzar su postura, argumentando que unirse a una plataforma que no se deslinda del poder establecido sería diluir su identidad. Esta crisis de imagen, sumada a una caída electoral significativa, ha llevado a Podemos a considerar que su participación en una alianza sin una ruptura clara con el colaboracionismo institucional sería contraproducente.
**La Preocupación de La Moncloa**
Desde La Moncloa, la preocupación por la fragmentación de la izquierda es palpable. El PSOE necesita que el espacio a su izquierda esté articulado, al menos en términos electorales, para mantener las mayorías parlamentarias y evitar que la derecha gane terreno. Sin embargo, la falta de una propuesta clara y convincente que resuene con el electorado progresista ha dejado a la izquierda en una situación precaria. La tibieza estratégica de Sumar y el inmovilismo de IU han dejado huérfano a un electorado que busca algo más que cálculos electorales.
La desconexión entre las aspiraciones del electorado progresista y la práctica política de sus representantes es evidente. Si Sumar no abandona su actitud complaciente y si IU no reevalúa su compromiso con el Gobierno, el espacio a la izquierda del PSOE corre el riesgo de implosionar. Andalucía, históricamente un bastión de luchas sociales y transformaciones desde abajo, merece una representación política que vaya más allá de los intereses partidistas.
La fragmentación actual no solo se refleja en la falta de unidad organizativa, sino también en una desconexión política y simbólica. Sumar, con su enfoque institucional; IU, atada a su papel en el Gobierno; y Podemos, al margen, reclamando una ruptura que parece lejana. Si esta situación persiste, las elecciones en Andalucía podrían resultar en una división que beneficie a la derecha, dejando a la izquierda en una posición vulnerable y desarticulada.
En resumen, la situación actual en Andalucía es un reflejo de las tensiones internas en la izquierda y de la necesidad urgente de encontrar un rumbo compartido. La falta de una propuesta clara y la incapacidad de los partidos para conectar con las demandas de su electorado podrían tener consecuencias significativas en el futuro político de la región y del país.