La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido un alarmante informe que revela que más de 1.000 millones de personas en todo el mundo sufren de trastornos mentales, como la ansiedad y la depresión. Este fenómeno no solo afecta la calidad de vida de los individuos, sino que también representa un desafío significativo para los sistemas de salud y las economías de los países. A pesar de los avances en políticas y programas de salud mental en diversas naciones, la OMS subraya que se requiere una inversión y acción más robustas para abordar esta crisis global.
### La Prevalencia de la Ansiedad y la Depresión
Los trastornos de salud mental, especialmente la ansiedad y la depresión, son altamente prevalentes y afectan a personas de todas las edades y niveles socioeconómicos. Según los datos de la OMS, aproximadamente 359 millones de personas padecen ansiedad, mientras que 332 millones sufren de depresión. Estos trastornos son la segunda causa más común de discapacidad a largo plazo, lo que se traduce en una pérdida significativa de años de vida saludable. Además, el impacto económico es considerable, ya que se estima que la depresión y la ansiedad cuestan a la economía global alrededor de 1 billón de dólares anuales.
Uno de los aspectos más preocupantes es el estigma asociado a los trastornos mentales, que a menudo impide que las personas busquen la ayuda que necesitan. La falta de conciencia y educación sobre la salud mental contribuye a la perpetuación de mitos y malentendidos, lo que a su vez agrava la situación. La OMS enfatiza que transformar los servicios de salud mental es uno de los retos más urgentes de salud pública. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha declarado que invertir en salud mental es invertir en personas, comunidades y economías, y que cada gobierno tiene la responsabilidad de actuar con urgencia.
### Desigualdades en el Acceso a la Atención
A pesar de la creciente conciencia sobre la importancia de la salud mental, persisten grandes disparidades en el acceso a servicios de atención. En los países de altos ingresos, el gasto en salud mental puede alcanzar hasta 65 dólares por persona, mientras que en los países de bajos ingresos, la inversión es de apenas 0,04 dólares. Esta desigualdad se traduce en que menos del 10% de las personas afectadas en países de bajos ingresos reciben atención adecuada, en comparación con más del 50% en naciones más ricas.
El informe de la OMS también destaca que menos del 10% de los países han completado la transición hacia modelos de atención basados en la comunidad. La mayoría de los sistemas de salud mental todavía dependen de hospitales psiquiátricos, y muchas admisiones son involuntarias. La atención primaria está mejorando, pero aún hay lagunas significativas en la cobertura de servicios, especialmente para condiciones como la psicosis.
La OMS ha señalado que el suicidio sigue siendo una tragedia devastadora, cobrando aproximadamente 727.000 vidas en 2021. Esta cifra es especialmente alarmante entre los jóvenes, donde el suicidio se ha convertido en una de las principales causas de muerte. A pesar de los esfuerzos globales para reducir las tasas de mortalidad por suicidio, el progreso ha sido insuficiente. Con la trayectoria actual, se estima que solo se logrará una reducción del 12% para 2030, muy por debajo del objetivo de desarrollo sostenible que busca una reducción del 33%.
La OMS ha presentado dos informes recientes, ‘La salud mental hoy’ y ‘Atlas de Salud Mental 2024’, que destacan tanto los avances como las brechas en la respuesta mundial a los problemas de salud mental. Estos documentos son herramientas clave para guiar estrategias nacionales y fomentar el diálogo global, especialmente en el contexto de la próxima Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre enfermedades no transmisibles y promoción del bienestar mental, programada para el 25 de septiembre de 2025 en Nueva York.
La salud mental es un derecho humano fundamental que debe ser garantizado para todos. La falta de atención a este aspecto crítico de la salud pública no solo afecta a los individuos, sino que también tiene repercusiones en la cohesión social y el desarrollo económico. Es imperativo que los gobiernos y las organizaciones internacionales trabajen juntos para cerrar las brechas en el acceso a la atención y garantizar que la salud mental sea una prioridad en las agendas políticas y de salud pública a nivel mundial.