Situada frente al Estrecho de Johor, que separa Singapur de Malasia, Forest City se presenta como un ejemplo emblemático de lo que podría haber sido un desarrollo urbano innovador y sostenible. Sin embargo, lo que comenzó como un ambicioso proyecto urbanístico ha terminado convirtiéndose en una ciudad fantasma, donde los rascacielos permanecen vacíos y los cocodrilos merodean por sus alrededores. Este proyecto, que se inició en 2015, fue parte de la iniciativa ‘One Belt, One Road’ del presidente chino Xi Jinping, diseñada para expandir las infraestructuras y crear una nueva Ruta de la Seda. La empresa detrás de este proyecto, Country Garden, fue en su momento la mayor desarrolladora inmobiliaria de China y tenía la intención de construir una ciudad que albergara a más de 700,000 residentes en cuatro islas artificiales.
### Un Proyecto Ambicioso que Nunca Despegó
El plan original de Forest City era crear un entorno idílico, con campos de golf, parques acuáticos, oficinas y restaurantes, todo ello en un terreno que superaría en tamaño a Mónaco. Sin embargo, a medida que avanzaban las obras, el mercado inmobiliario chino comenzó a mostrar signos de debilidad. A pesar de que se invirtieron casi 100,000 millones de dólares (85,000 millones de euros) en el proyecto, solo se ha completado un 15% de lo planeado. La mayoría de los edificios permanecen vacíos, y el número de residentes es escaso, lo que ha llevado a que la ciudad sea considerada un fracaso monumental.
Los precios de las propiedades en Forest City son prohibitivos para la población local. Un apartamento promedio se vende por aproximadamente 1.14 millones de dólares, mientras que el precio medio de una vivienda en Johor Bahru, la ciudad más cercana, es de solo 141,000 dólares. Esta discrepancia ha hecho que el proyecto sea inaccesible para la clase media malaya, que era el público objetivo inicial.
### Factores que Contribuyeron al Fracaso
El colapso de Forest City no se debe únicamente a la falta de interés de los compradores. Diversos factores han influido en su transformación en una ciudad desierta. En primer lugar, las estrictas regulaciones impuestas por el gobierno chino a los desarrolladores inmobiliarios han limitado la capacidad de Country Garden para atraer inversiones y compradores. Además, el entonces primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, implementó restricciones en los visados para los compradores chinos, argumentando que no quería una ciudad construida exclusivamente para extranjeros.
Las críticas hacia el proyecto también jugaron un papel importante. Muchos cuestionaron la viabilidad de construir una ciudad en un país con una economía y política inestables. La pandemia de COVID-19, que restringió los viajes internacionales, fue el golpe final que selló el destino de Forest City, impidiendo que los potenciales compradores visitaran la ciudad y evaluaran las propiedades.
Hoy en día, Forest City se presenta como un lugar inquietante. Las calles están desiertas, los centros comerciales están cerrados y los parques infantiles están vacíos. Una residente, Joanne Kaur, describe su experiencia como perturbadora: «Este lugar es inquietante. Incluso de día, al salir por la puerta principal, el pasillo está oscuro. Lo siento por quienes invirtieron y compraron una casa aquí. Queremos mudarnos lo antes posible». La playa, que debería ser un atractivo turístico, está desierta, y los carteles advierten a los visitantes sobre la presencia de cocodrilos en el área.
La historia de Forest City es un recordatorio de los riesgos asociados con los desarrollos inmobiliarios masivos y la importancia de considerar la viabilidad económica y social de tales proyectos. A medida que el mundo observa este fracaso, se plantea la pregunta de qué lecciones se pueden aprender para evitar que otros proyectos similares sigan el mismo camino. La ciudad fantasma de Forest City, con sus rascacielos abandonados y su entorno desolado, es un testimonio de un sueño roto en el que se invirtieron miles de millones de dólares, pero que nunca llegó a ser una realidad.