En un mundo donde la política a menudo parece un teatro de lo absurdo, el programa «Hasta el coño de» de Marina Lobo se erige como un faro de crítica y reflexión. En su segundo episodio de la temporada, titulado «Cínicos», Lobo no escatima en señalar las contradicciones y el cinismo que, a su juicio, caracterizan a ciertos sectores de la política española. A través de un análisis mordaz, la presentadora invita a la audiencia a cuestionar la narrativa oficial y a no dejarse llevar por discursos vacíos.
La primera parte del programa se centra en el comportamiento de la derecha española, comenzando con una crítica a Miguel Tellado, un miembro destacado del Partido Popular. Lobo destaca cómo Tellado evade preguntas cruciales, comparando su comportamiento con el de alguien que esquiva multas de estacionamiento. Este tipo de evasión, según Lobo, es un síntoma de un problema más profundo: la falta de responsabilidad y transparencia en la política actual. La presentadora también se dirige a Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, a quien le lanza un «zasca» que resuena en el contexto de la falta de claridad en las posturas del partido.
La crítica se extiende a la doble moral que, según Lobo, impera en la política española. Se menciona cómo las protestas en Ferraz o Torre Pacheco no fueron catalogadas como «violencia política», mientras que las manifestaciones propalestinas sí lo son. Esta discrepancia en la percepción de las protestas revela, a juicio de Lobo, un sesgo que favorece a ciertos grupos y deslegitima a otros. La presentadora también menciona la ironía de que una bandera palestina no sea aceptada en el Estadio Santiago Bernabéu, mientras que las banderas de Ucrania son bienvenidas. Este contraste pone de manifiesto la hipocresía que, según ella, permea el discurso político actual.
En un momento particularmente llamativo, Lobo critica a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, quien defendió a Israel argumentando que este país fue pionero en llevar a una mujer trans a Eurovisión. Esta afirmación, que parece más un intento de desviar la atención que un argumento sólido, es desmantelada por Lobo, quien subraya que en tiempos de discursos vacíos, la firmeza en las preguntas es un acto revolucionario.
La segunda parte del programa se adentra en la negativa del Partido Popular a reconocer el genocidio en Gaza, a pesar de los dictámenes de la Organización de las Naciones Unidas. Lobo menciona las declaraciones de Ester Muñoz, quien sostiene que no le compete a la ONU decidir lo que es genocidio, y de José Luis Martínez-Almeida, que niega la existencia de genocidio en la región. Esta postura es contrastada con la de Feijóo, quien, aunque habla de «masacre inadmisible», evita utilizar la palabra genocidio. Lobo critica esta ambigüedad, sugiriendo que el PP se ha convertido en un partido más preocupado por la semántica que por la realidad de los hechos, como lo demuestra su aparente preocupación por la aceptación de la palabra «genocidio» por parte de la Real Academia Española, en lugar de por las vidas perdidas en Gaza.
El programa también hace un giro hacia Estados Unidos, donde Lobo observa que la «segunda era Donald Trump» ha alterado las reglas del juego político. Criticar a Trump puede costar el empleo, mientras que hacer llamados a la violencia en televisión no conlleva consecuencias. Este fenómeno es ejemplificado por la suspensión de Jimmy Kimmel tras hacer una broma sobre la frialdad de Trump al referirse al asesinato de Charlie Kirk, mientras que otros comentaristas, como Brian Kilmeade, continúan en el aire haciendo llamados a la violencia sin repercusiones. Lobo argumenta que esto no es una cuestión de «libertad de empresa», sino de autoritarismo, donde la sátira es castigada más severamente que el odio.
La crítica de Lobo se centra en la idea de que el periodismo no debe ser un mero decorado del poder, sino una herramienta para incomodarlo. En un contexto donde la censura y la dilución del discurso crítico son cada vez más comunes, Lobo se posiciona como una voz que se niega a ser silenciada. Su programa se convierte en un espacio donde se desafían las narrativas dominantes y se fomenta el pensamiento crítico.
Marina Lobo concluye el episodio reafirmando su compromiso con la verdad y la justicia, recordando a su audiencia que, a pesar de los intentos de censura y control, siempre habrá quienes miren de frente y se atrevan a cuestionar el status quo. En un panorama político marcado por el cinismo y la manipulación, su programa se presenta como un refugio para aquellos que buscan una perspectiva honesta y desafiante sobre la actualidad política.
La relevancia de «Hasta el coño de» radica no solo en su contenido, sino en su capacidad para conectar con una audiencia que se siente frustrada y desilusionada por la política convencional. A través de un enfoque audaz y provocador, Marina Lobo invita a sus espectadores a reflexionar sobre el estado de la política en España y a no aceptar pasivamente las narrativas impuestas por quienes están en el poder. En tiempos de incertidumbre y desconfianza, su voz se alza como un recordatorio de que el cuestionamiento y la crítica son esenciales para una democracia saludable.