La Flotilla Global Sumud, compuesta por 43 barcos humanitarios, continúa su travesía hacia Gaza a pesar de la reciente intercepción por parte de la Armada israelí. A las 4:25 de la madrugada del 1 de octubre, hora española, los tripulantes de la flotilla activaron el «protocolo de máxima alerta» al detectar la llegada de buques de guerra israelíes. En un comunicado, la misión denunció que las fuerzas navales israelíes habían lanzado una operación intimidatoria contra ellos. El barco Sirius, que transporta a una parte significativa de los 50 españoles a bordo, fue rodeado por fragatas y un submarino israelí, lo que generó una situación de alta tensión y riesgo para los participantes.
Los tripulantes informaron que los sistemas de navegación fueron apagados, lo que complicó la logística de la flotilla. Juan Bordera, un diputado de Compromís que se encuentra a bordo, describió la situación como un intento de amedrentamiento por parte de la Armada israelí. A pesar de estas maniobras intimidatorias, la flotilla decidió continuar su rumbo hacia Gaza, desafiando las 120 millas náuticas que Israel considera como aguas de exclusión, aunque son aguas internacionales.
La flotilla, que ahora cuenta con 47 barcos y más de 300 personas de 50 nacionalidades, ha recibido garantías indirectas de que no se usará la violencia contra ellos. Sin embargo, la situación se complica con la llegada del Buque de Acción Marítima Furor P-46, enviado por el gobierno español para brindar apoyo. Este buque, que partió del puerto de Cartagena, se encuentra a una velocidad de crucero que podría retrasar su llegada a la flotilla hasta el mediodía del miércoles, lo que genera preocupación sobre la seguridad de los participantes.
El gobierno español ha comunicado a la flotilla que el buque de salvamento no podrá entrar en la zona de exclusión establecida por el ejército israelí, advirtiendo que hacerlo pondría en riesgo la integridad de su tripulación y de la propia flotilla. La misión humanitaria ha sido calificada como encomiable y legítima, pero el gobierno ha enfatizado que la seguridad de los integrantes debe ser prioritaria. La flotilla ha respondido a estas advertencias, afirmando que aceptar la amenaza de asalto a una acción pacífica equivale a avalar la impunidad de Israel.
Por otro lado, el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano ha informado que la fragata naval italiana Alpino, que sigue a la flotilla, emitirá una última llamada ofreciendo a los participantes la oportunidad de abandonar la misión antes de llegar a la zona crítica. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha instado a la flotilla a detener su avance hacia Gaza, en medio de un contexto internacional tenso tras el anuncio de un plan de paz por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
La Global Sumud Flotilla, que partió del Mediterráneo con el objetivo de desafiar el bloqueo ilegal de Israel y llevar ayuda humanitaria a Gaza, ha enfrentado una serie de desafíos desde su salida. La flotilla, que inicialmente contaba con más de 300 personas de 44 países, ha visto cómo su misión se convierte en un símbolo de resistencia ante la opresión. La activista y exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sido una de las figuras destacadas en esta misión, que busca visibilizar la situación crítica en Gaza.
A medida que la flotilla se acerca a la zona de exclusión, las tensiones aumentan. La Armada israelí ha intensificado su campaña de comunicación, acusando a los organizadores de la flotilla de estar vinculados a Hamás, lo que ha generado un clima de desconfianza y hostilidad. Las autoridades israelíes afirman haber encontrado documentos que supuestamente demuestran el involucramiento de Hamás en la financiación y ejecución de la misión, lo que ha llevado a un aumento de la presión sobre los participantes.
La situación es crítica y cada hora cuenta. La flotilla se encuentra en un punto de no retorno, donde las decisiones que se tomen en las próximas horas podrían tener consecuencias significativas. La comunidad internacional observa con atención, mientras los activistas a bordo de la flotilla continúan su lucha por la justicia y la paz en Gaza. La misión, aunque pacífica, se enfrenta a un escenario de creciente violencia y represión, lo que plantea serias preguntas sobre el futuro de la ayuda humanitaria en la región y el papel de los gobiernos en la protección de los derechos humanos.