La vida en la Moncloa, residencia oficial del presidente del Gobierno español, es un tema que ha despertado la curiosidad de muchos. En esta ocasión, María González Romero, hija del expresidente Felipe González, comparte sus recuerdos de infancia y juventud en este emblemático lugar. A través de su testimonio, se revela una perspectiva íntima de lo que significó crecer en un entorno tan singular, marcado por la política y la historia de España.
### Un cambio radical en la infancia
María González, quien ahora es coach y abogada, recuerda con claridad el momento en que su familia se mudó a la Moncloa. Tenía apenas cuatro años y la mudanza se produjo en diciembre de 1982, tras la victoria del PSOE en las elecciones generales. «Mi recuerdo es de estar en un espacio muy grande, y más a los ojos de una niña», comenta, refiriéndose a la magnitud del palacio que se convirtió en su hogar.
Sin embargo, la adaptación no fue fácil. María revela que, en ocasiones, se sentaba en la escalera del palacio y lloraba, añorando su antigua casa en Sevilla. «Solo quería volver a mi casa y aquello no tenía ningún sentido para mí», confiesa. La sensación de pérdida y desubicación era palpable, y a menudo buscaba consuelo en los muebles que habían trasladado de su hogar anterior, los cuales estaban cubiertos con sábanas blancas en una habitación vacía.
El expresidente Felipe González también reconoce que su hija pequeña fue la más afectada por el cambio. «Ella no sabe que yo lo pienso, pero con esa edad estaba en un lugar que le hizo perder la conciencia de que antes había vivido en otro sitio hasta que fue a la universidad», explica. Esta transición marcó profundamente la infancia de María, quien pasó 14 años en la Moncloa, hasta que comenzó su vida universitaria.
### La realidad detrás de la fachada
A pesar de lo que podría pensarse sobre la vida en la residencia presidencial, María revela que la Moncloa no era el lugar idílico que muchos imaginan. En la serie documental «La última llamada», donde se exploran las vivencias de expresidentes y sus familias, se menciona que la casa estaba «absolutamente destartalada y no funcionaba nada». María Ángeles López de Celis, quien fue secretaria de la Moncloa durante más de tres décadas, confirma que la residencia no estaba preparada para ser una sede gubernamental adecuada. «Si estaba la gente trabajando, y en la vivienda enchufaban la plancha, se iban los plomos», explica.
Esta falta de mantenimiento contrastaba con la imagen de lujo que se podría esperar de la residencia de un presidente. Felipe González también describe el edificio como «realmente de cartón piedra», lo que añade una capa de complejidad a la percepción pública de la vida en la Moncloa.
La convivencia con el personal de la Moncloa también era un aspecto interesante de su vida diaria. María recuerda que la familia vivía en la parte superior del edificio, mientras que los empleados ocupaban la planta baja. «Intentábamos guardar mucho respeto a su intimidad, pero era muy difícil porque todos entrábamos y salíamos por la misma puerta», dice. Esta cercanía generaba un ambiente peculiar, donde la vida familiar y la laboral se entrelazaban constantemente.
### El peso de la historia y la seguridad
La infancia de María no solo estuvo marcada por la adaptación a un nuevo hogar, sino también por el contexto político y social de la época. La amenaza del terrorismo de ETA era una preocupación constante para su familia. «Recuerdo mucho de esos años el tener muy presente que ETA mataba con frecuencia y que, entre sus objetivos, también estaba mi propia familia», lamenta María. Esta realidad generaba un ambiente de tensión y miedo, especialmente durante las noches, cuando esperaba que sus padres regresaran a casa.
«Si no habían llegado todavía a casa, no podía dormir hasta que no les oía», relata. La figura de su madre, Carmen Romero, era fundamental en esos momentos, ya que siempre pasaba por su habitación para darle un beso, lo que le brindaba un poco de tranquilidad. Sin embargo, la inseguridad era una sombra constante en su vida.
Además de la amenaza externa, la familia González también enfrentó desafíos internos, como la crisis de los GAL, que marcó uno de los momentos más difíciles de la presidencia de Felipe González. María recuerda que, durante las cenas familiares, su padre rara vez hablaba de su trabajo o de las preocupaciones del día. «Se metía para dentro y se mostraba bastante silencioso», dice, reflejando la carga emocional que llevaba consigo.
### Un legado familiar
A pesar de las dificultades, María González ha encontrado su propio camino en la vida. Casada y madre de tres hijos, ha trabajado como coordinadora del gabinete de su padre y ha escrito sobre la importancia de la comunicación no violenta. Su experiencia en la Moncloa ha influido en su perspectiva sobre la vida y las relaciones interpersonales.
La relación con su padre también ha sido un tema recurrente en sus reflexiones. María describe a Felipe González como una persona introvertida, que valoraba el tiempo a solas y la conexión con la naturaleza. Su afición por los bonsáis, por ejemplo, refleja su necesidad de encontrar momentos de calma en medio del caos político.
A través de su testimonio, María González ofrece una mirada única a la vida en la Moncloa, revelando tanto los desafíos como los momentos de conexión familiar que definieron su infancia. Su historia es un recordatorio de que, detrás de las figuras públicas, hay vidas personales llenas de emociones y experiencias que merecen ser contadas.