Isabel Pantoja ha puesto fin a un capítulo significativo de su vida al vender la finca Cantora, un lugar que ha sido emblemático en su trayectoria personal y profesional. Esta decisión no fue simplemente una elección personal, sino una respuesta a la presión económica que ha enfrentado en los últimos años. La venta de la finca, que durante décadas fue considerada una joya de su patrimonio, ha generado un gran revuelo mediático y ha reavivado viejas disputas familiares.
La finca, ubicada en la provincia de Cádiz, ha sido el hogar de la cantante y un símbolo de su éxito. Sin embargo, las circunstancias han llevado a Pantoja a deshacerse de este legado. Joaquín Moeckel, abogado de los hijos de Francisco Rivera, ha explicado que la venta fue más bien una consecuencia de las deudas acumuladas que de un deseo real de desprenderse de la propiedad. «Cuando te acucian las deudas, hace falta quitarse de encima las propiedades», afirma Moeckel, subrayando que la decisión fue forzada por la presión de los acreedores.
El vaciado de la finca ha sido otro aspecto complicado de esta situación. Tras el fallecimiento de Francisco Rivera, conocido como Paquirri, se llevó a cabo un testamento que incluía la partición de bienes. En este proceso, los hijos de Paquirri, Francisco y Cayetano, recibieron objetos de gran valor sentimental, como trajes de torear y otros enseres relacionados con la tauromaquia. Sin embargo, estos objetos nunca fueron entregados a los herederos, lo que ha generado un conflicto adicional.
Moeckel ha detallado que, a pesar de que los hijos de Paquirri tenían asignados ciertos objetos, estos no fueron entregados y se alegó que habían sido robados. La situación se complicó aún más cuando Kiko Rivera, otro de los hijos de Pantoja, declaró haber visto algunos de esos objetos en la finca. Esta declaración reactivó el interés de Francisco y Cayetano por recuperar sus pertenencias, llevando a su abogado a iniciar los trámites necesarios.
Sin embargo, la falta de respuesta por parte de Isabel Pantoja y su abogado ha llevado a la necesidad de considerar acciones legales. Moeckel ha expresado su ética profesional al señalar que, para ganar un posible pleito, tendría que llamar a Kiko Rivera como testigo, lo que podría ponerlo en una situación incómoda con su madre y sus hermanos. Por esta razón, ha aconsejado a sus clientes no continuar con el proceso judicial, optando por una solución más pacífica.
La situación de la finca Cantora refleja no solo las dificultades económicas de Pantoja, sino también las complejidades de las relaciones familiares en el contexto de la herencia y la memoria. La venta de la finca marca un cambio significativo en la vida de la cantante, quien ha tenido que enfrentar la realidad de sus decisiones pasadas y las consecuencias que estas han tenido en su vida personal y profesional.
La historia de Cantora es un recordatorio de cómo las circunstancias pueden cambiar drásticamente, incluso para aquellos que parecen tenerlo todo. La finca, que fue un refugio y un símbolo de éxito, ahora se convierte en un recuerdo del pasado y un punto de inflexión en la vida de Isabel Pantoja. A medida que se cierra este capítulo, la cantante deberá encontrar nuevas formas de avanzar y reconstruir su vida, enfrentando los desafíos que se presenten en el futuro.
