Recientemente, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reavivado el debate sobre la relación entre el paracetamol y el autismo, un tema que ha sido objeto de controversia y desinformación durante años. En una conferencia, Trump afirmó que el consumo de paracetamol durante el embarazo podría estar vinculado al desarrollo de trastornos del espectro autista (TEA) en los niños. Esta declaración ha generado una ola de críticas y reacciones en el ámbito científico y médico, dado que no existe evidencia sólida que respalde tales afirmaciones.
La controversia comenzó cuando Trump, en un discurso, instó a las mujeres embarazadas a evitar el paracetamol, conocido en Estados Unidos como Tylenol, y sugirió que su uso podría ser perjudicial para el desarrollo neurológico del feto. «No consuman Tylenol, no se lo den a los niños», declaró, mientras insinuaba que en países como Cuba, donde el paracetamol es escaso, la incidencia de autismo es menor. Estas afirmaciones, además de ser infundadas, han sido desmentidas por numerosos estudios científicos que han analizado la relación entre el uso de paracetamol y el autismo.
### La respuesta de la comunidad científica
La comunidad médica ha reaccionado con preocupación ante las declaraciones de Trump. Expertos en salud pública y pediatría han señalado que no hay evidencia científica que vincule el paracetamol con el autismo. Un estudio realizado en Suecia en 2024, que analizó datos de 2.4 millones de nacimientos, concluyó que no había relación entre la exposición al paracetamol durante el embarazo y el desarrollo de autismo en los niños. Esta investigación se suma a una larga lista de estudios que han refutado la idea de que el paracetamol cause daño neurológico en fetos o niños.
Además, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha indicado que el paracetamol es seguro para su uso durante el embarazo, siempre que se utilice de acuerdo con las indicaciones. La FDA ha recomendado el paracetamol como un analgésico seguro para aliviar el dolor y la fiebre en mujeres embarazadas, a diferencia de otros medicamentos como la aspirina o el ibuprofeno, que están contraindicados en ciertas etapas del embarazo.
La insistencia de Trump en promover la idea de que el paracetamol es dañino no solo es irresponsable, sino que también puede tener consecuencias graves para la salud pública. La desinformación sobre medicamentos seguros puede llevar a las mujeres embarazadas a evitar tratamientos necesarios para su bienestar y el de sus bebés, lo que podría resultar en complicaciones de salud.
### La agenda política detrás de las afirmaciones
Las declaraciones de Trump no son un hecho aislado, sino que forman parte de una agenda más amplia que busca cuestionar la eficacia de las vacunas y otros tratamientos médicos. En el mismo evento donde hizo sus afirmaciones sobre el paracetamol, Trump estuvo acompañado por Robert Kennedy Jr., un conocido activista antivacunas. Juntos, han promovido la idea de que las vacunas están relacionadas con el autismo, una afirmación que ha sido ampliamente desacreditada por la comunidad científica.
Trump ha utilizado su plataforma para atacar a las agencias de salud y proponer cambios en las políticas de vacunación, sugiriendo que la dosificación de vacunas a los niños podría ser la causa del aumento de casos de autismo. Estas afirmaciones han sido recibidas con escepticismo y rechazo por parte de expertos en salud, quienes han reiterado que no hay evidencia que respalde la conexión entre las vacunas y el autismo.
La retórica de Trump y su administración ha contribuido a un clima de desconfianza hacia la ciencia y la medicina, lo que puede tener repercusiones duraderas en la salud pública. La promoción de teorías de conspiración y la desinformación pueden llevar a un aumento en la deserción de la vacunación y a un resurgimiento de enfermedades prevenibles.
En resumen, las declaraciones de Trump sobre el paracetamol y el autismo son un recordatorio de la importancia de basar nuestras decisiones de salud en evidencia científica sólida. La comunidad médica y científica debe continuar trabajando para desmentir la desinformación y educar al público sobre la seguridad de los medicamentos y las vacunas, asegurando que la salud de las futuras generaciones no se vea comprometida por afirmaciones infundadas.