La reciente escalada de violencia en Gaza ha suscitado una ola de reacciones en el ámbito internacional, y España no ha sido la excepción. La respuesta de los principales partidos de la derecha, como el Partido Popular (PP) y Vox, ha generado preocupación y desconcierto, especialmente entre sectores de la Iglesia católica. Mientras el episcopado español ha criticado abiertamente las acciones del Gobierno de Israel, los líderes de estos partidos han optado por el silencio o, en algunos casos, han defendido las acciones israelíes, lo que ha abierto un debate sobre la moralidad y la ética en la política española.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha sido una de las voces más destacadas en este contexto. En varias ocasiones, ha justificado los ataques israelíes, argumentando que Israel actúa en defensa contra el terrorismo de Hamás. Ayuso ha rechazado las acusaciones de genocidio en Gaza, afirmando que el término se refiere a la eliminación sistemática de un grupo humano, lo que, según ella, no se aplica a la situación actual. Estas declaraciones han provocado reacciones adversas, especialmente de la oposición, que la ha acusado de ser cómplice de las acciones del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
Por su parte, Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, ha evitado condenar de manera directa los ataques israelíes. En sus intervenciones, ha defendido que Netanyahu no es un genocida y ha criticado el tratamiento mediático que, a su juicio, carga injustamente contra Israel. Esta postura ha sido interpretada como una falta de sensibilidad hacia la situación humanitaria en Gaza, donde miles de civiles han perdido la vida en los recientes bombardeos.
La Conferencia Episcopal Española ha adoptado un enfoque diametralmente opuesto. En sus comunicados, los obispos han hablado de un «asedio por parte de Israel» y han denunciado los ataques a hospitales y la ocupación de territorios. Además, han exigido sanciones contra quienes violan el derecho internacional humanitario y han abogado por un embargo militar integral. Esta disparidad en las posturas ha generado inquietud en la Iglesia, que no comprende el silencio o las justificaciones de PP y Vox ante lo que consideran una violación sistemática de los derechos humanos.
La controversia se ha intensificado con la participación de Israel en el Festival de Eurovisión 2024. Ayuso expresó su descontento en redes sociales por el cuestionamiento de RTVE sobre la participación de Israel, sugiriendo que el enfoque debería ser más crítico hacia el terrorismo en otros países. Esta intervención ha sido vista como un intento de desviar la atención de las críticas hacia Israel, al tiempo que reafirma el apoyo incondicional de Vox al Estado hebreo. Santiago Abascal, líder de Vox, ha culpado exclusivamente a Hamás por la situación en Gaza, insistiendo en que las imágenes de la violencia son terroríficas, pero que la responsabilidad recae en el grupo palestino.
La postura de Vox ha sido consistente desde el inicio del conflicto, negándose a calificar las acciones de Israel como crímenes de guerra, a pesar de las evidencias de ataques masivos contra civiles. Este enfoque ha sido criticado por muchos, quienes señalan una doble moral en la condena de la violencia de ETA en comparación con la defensa de las acciones israelíes. La diferencia entre la postura de la Iglesia y la actitud del PP y Vox ha abierto una grieta en el discurso de los sectores tradicionalmente unidos por valores conservadores. Mientras los obispos piden justicia y un alto el fuego en Gaza, los partidos de derecha evitan condenar al Estado israelí o, directamente, lo defienden.
Este silencio y la falta de crítica hacia Israel han sido difíciles de justificar para muchos dentro de la Iglesia, que ven en ello una alineación con las posiciones más intransigentes del Gobierno israelí. La situación en Gaza, marcada por la devastación y el sufrimiento humano, plantea interrogantes sobre la responsabilidad ética de los líderes políticos y su capacidad para actuar con humanidad en tiempos de crisis. La polarización del discurso político en España, especialmente en temas tan delicados como el conflicto israelí-palestino, refleja no solo la complejidad de la situación, sino también la necesidad de un debate más profundo sobre los valores que deben guiar la política en el país.